Sábado. Un chico y una chica pasean por las calles de la
ciudad.
No están solos. Las calles están repletas de gente que, como
ellos, a pesar del calor veraniego anticipado, se desplazan de un sitio a otro.
Algunos con un trayecto fijo, otros, como ellos, simplemente se dejan llevar…
Pero ellos no ven a nadie. No necesitan a nadie. Están
rodeados de amigos, participan en conversaciones, se relacionan, beben y
saludan, pero sólo ven si se miran, sólo oyen si se hablan, sólo sienten si se
tocan… Roces furtivos que sólo ellos saben que existen, pero aún no saben lo
que significan.
Hora de moverse. Cambiar de bar.
- ¿Vamos a por tabaco?
- Vale, así aprovecho y te enseño los pubs donde podemos ir…
Solos entre cientos de desconocidos. Van, vienen… Todos los sitios donde ella solía salir han cambiado, sólo quedan algunos, no es la misma ciudad que recordaba.
- Pequeñaja, necesito preguntarte algo antes de volver con todos…
- Dime.
- ¿Qué pasaría si…?
Cinco segundos mirándola a los ojos impiden que termine la pregunta…
- ¿Vamos a por tabaco?
- Vale, así aprovecho y te enseño los pubs donde podemos ir…
Solos entre cientos de desconocidos. Van, vienen… Todos los sitios donde ella solía salir han cambiado, sólo quedan algunos, no es la misma ciudad que recordaba.
- Pequeñaja, necesito preguntarte algo antes de volver con todos…
- Dime.
- ¿Qué pasaría si…?
Cinco segundos mirándola a los ojos impiden que termine la pregunta…
Todo, de
pronto, toma sentido.
Es el principio de una historia, pero también el final.
A veces las casualidades son odiosas y te hacen replanteártelo
todo.
Pero una casualidad no determina una vida. Ni cinco. Ni veinte.
Pero una casualidad no determina una vida. Ni cinco. Ni veinte.
Sólo te
recuerdan un pasado, el futuro sólo lo decide uno mismo.